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¿Encontrarnos en la diferencia?

por Pedro Alcantara

Por: Luis García Quiroga

Cuando el pueblo teme a su gobierno, hay Tiranía; cuando el gobierno teme al pueblo, hay Libertad

Luis García Quiroga

Por estos días. cuando se supone que se desarman los espíritus y la paz reina en los corazones de los seres de buena voluntad, seguimos siendo tan predadores, contrarios y contradictorios, que terminamos por comprender casi nada de nada.

Y digo casi, porque el kilometraje de vida me enseña que lo más importante es entender, y por ello, no habrá paz, ni tregua que dure ni acuerdo que se cumpla sencillamente porque los grupos de presión son predadores y no quieren perder los privilegios que disfrutan a costa de los demás.

Desde esa condición predadora no somos diferentes de las especies más voraces del reino animal al punto que el gran reto del humano, en esencia, sea ser simplemente, más humano.

Ellos, los grupos de presión financieros, empresariales, políticos, paramilitares, militares, guerrilleros y todos sus hermanastros, tienen privilegios diferentes a las necesidades, expectativas y angustias de la masa crítica sometida por el miedo y las creencias, irrespetada y comprable con la retórica y el dinero o con ambas.

Hace 350 años Hobbes sentenció que somos una especie ególatra y violenta por naturaleza. Y desde el génesis de la Biblia, el propio creador en un gesto sublime ideó la doctrina del libre albedrío al expresar a Noé su desencanto con el humano.

Por eso, es absurdo creer que cualquier dios de cualquier creencia nos va a liberar de los políticos y contratistas corruptos; o ayudar a que la Selección Colombia meta goles.

La bondad también tiene una raya roja. Creo que la decepción del creador debió ser monumental al extremo de despojarse de su facultad de paternalismo dominante para tener que decirle al humano, como en Pelota de letras: ¡Deje así y haga lo que le dé la gana!

Por eso me parecen inanes los editoriales de los grandes medios y otros incluso locales que por estos días de navidad y de expectativa electoral, predican en sus múltiples versiones digitales la convocatoria a dejar a un lado la polarización política y social, que de alguna manera ellos mismos fogonean a diario.

El mensaje cristiano de navidad es perfecto en cuanto anuncia “Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”, ergo, equivale a decir que quienes carecen de buena voluntad están en plena facultad de hacer lo que les venga en gana.

Es igual que con el uso de la pólvora. Inútilmente pueden poner multas, hacer decomisos y campañas publicitarias, pero el libre albedrío -a falta de cultura ciudadana y disciplina social- es patente de corso para ejercer la mala voluntad tan humana como perversa y rentable.

La pólvora se asimila a la violencia en todas sus formas. Ambas son explosivas, ambas son polarizadores, son costosas, ponen en riesgo a los niños, a ellos mismos y atormentan todos los entornos.

No hay un solo quemado con pólvora que no tenga una cicatriz, del mismo modo que no hay un solo corrupto pobre. Ni siquiera estando preso.

Para ponerle freno al libre albedrío y a la maldad, el mismo creador dictó a Moisés los diez mandamientos (la mayoría prohibitivos) pero fueron miedos y medios insuficientes porque siglos después el poderoso rey Hammurabi creó su propio código pagano sentenciando “el ojo por ojo, diente por diente”.

Ese mismo código de Hammurabi -que se creía extremista- los grupos mafiosos de narcos y otros carteles económicos no menos amenazantes e insaciables, perfeccionaron para elevarlo del diente por diente al “quien te hace diez, cóbrale veinte”. La maldad suele crecer como verdolaga en playa o como las finanzas de los bancos.

Es lo que hay en esta sociedad enferma, me decía un buen amigo que por ello decidió hacerse la vasectomía “porque no tiene valor humano traer niños a este mundo de m…..”.

Es inútil pedirles a los poderosos que mejoren su conducta. Ellos no van a cambiar. Lo vemos y lo sufrimos a diario. En síntesis, parodiando a Marroquín, es en vano toda humana prevención. Pueden prometer lo que quieran.

Son los ciudadanos, quienes, en todos los estadios de la historia, han sido los llamados a cambiar las cosas para que sea posible vivir y compartir en la diferencia. El pueblo es superior a sus dirigentes. Por ahí es la cosa.

Luis García Quiroga  Abogado y periodista. Larga experiencia en radio, prensa, TV y asesor de comunicaciones corporativas en instituciones públicas y privadas. Columnista del periódico La Tarde en los años 80 y de El Diario. Actualmente asesor de comunicaciones de la Universidad Libre de Pereira, de la que es egresado

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