Bogotá D.E. 21 de diciembre de 2020.- El papa Francisco instó a la Curia Romana a abandonar la «lógica del conflicto» y de las facciones entre progresismo y tradicionalismo e invitó a sus miembros a renovarse aprovechando los últimos escándalos y las crisis.
«La Iglesia, entendida con las categorías de conflicto -derecha e izquierda, progresista y tradicionalista- fragmenta, polariza, pervierte y traiciona su verdadera naturaleza», lamentó el papa en su felicitación navideña a los cardenales y superiores de la Curia.
Francisco les congregó este lunes en el aula de la Bendición del Palacio Apostólico, algunos de ellos con la mascarilla contra el coronavirus, y brindó un discurso en el que no obvió los escándalos de los últimos tiempos y las potentes resistencias a su magisterio.
Esta intención quedó clara desde el comienzo de su mensaje, cuando proclamó ante los prelados que esta es la Navidad de la pandemia, de la crisis sanitaria, socioeconómica pero también «eclesial».
La crisis: un tamiz contra los escándalos
En este sentido trazó una distinción entre crisis y conflicto. La primera supone un momento de dificultades que «generalmente tiene un resultado positivo», mientras que el segundo degenera en «una rivalidad aparentemente sin solución».
La Iglesia, sostuvo, es «un cuerpo perpetuamente en crisis porque precisamente está vivo, pero nunca debe convertirse en un cuerpo en conflicto, con ganadores y perdedores».
La crisis, tal y como recordó el papa en alusión a la etimología de ese concepto, es «una criba que limpia el grano del trigo después de la cosecha», que, de aprovecharla, sirve para identificar el bien del mal, la mies de la paja.
No juzgar precipitadamente a la iglesia
En cualquier caso llamó a no juzgar precipitadamente a la Iglesia por «las crisis que causaron los escándalos de ayer y de hoy» pues, dijo, «una lectura desesperada de la realidad no se puede llamar realista», en una referencia a los medios de comunicación.
Y es que en su opinión la Curia no solo encubre intrigas o recelos sino también destellos de bonhomía y honradez: «Hay muchos que dan testimonio con su trabajo humilde, discreto, silencioso, leal, profesional y honesto», aprobó.
Así, Francisco llamó a los purpurados a no buscar culpables a quienes estigmatizar y despreciar por las corruptelas y escándalos que salpican a menudo a la Santa Sede.
Pues estas situaciones, a su parecer, demuestran que la Iglesia sigue en marcha pero necesita una renovación.
Una nueva llamada al cambio
Precisamente esa fue la intención del pontífice, la de instigar un cambio en una forma de acción en el seno de su Iglesia valiéndose de su legado de «intentos fallidos, escándalos, caídas, pecados, contradicciones y cortocircuitos en el testimonio» que ofrece.
«Todo lo que de mal, contradictorio, débil y frágil se manifiesta abiertamente nos recuerda aún más fuertemente la necesidad de morir a una forma de ser, de razonar y de actuar que no refleja el Evangelio», indicó a sus cardenales.
Y agregó: «Solo acabando con cierta mentalidad lograremos hacer espacio a la novedad que el Espíritu suscita constantemente en el corazón de la Iglesia».
Porque esta, ilustró, «es una vasija de barro, preciosa por lo que contiene y no por lo que a veces muestra de sí misma».
Francisco concluyó su diatriba, esperada cada año por su peso para la influyente Curia Romana, con un llamamiento a la hermandad: «Sería bueno que dejáramos de vivir en conflicto y volviéramos en cambio a sentirnos en camino», refirió.
Los escándalos de la iglesia no cesaron en 2020
La Iglesia católica ha estado a menudo envuelta en escándalos, como los casos de pederastia o de corrupción, y este año que está a punto de concluir no fue la excepción, algo que se añade a las limitaciones que la pandemia ha impuesto en su misión.
Precisamente, uno de los altos cargos que se quedaron en la «criba» mencionada en su discurso por el pontífice ha sido el antes poderoso cardenal Angelo Becciu, defenestrado por Francisco en septiembre por su gestión de los fondos de la Secretaría de Estado.
En la trama convergen la compraventa de un inmueble en un lujoso distrito londinense, una mujer acusada de malversar en enigmáticas misiones diplomáticas en África, transacciones bancarias y la caída en desgracia de un purpurado hasta entonces intocable.
Un caso que ha desvelado al papa en los últimos tiempos pero que no son más que otra hendidura en la historia milenaria del Vaticano.
Precisamente Bergoglio empezó su discurso parafraeseando a la filósofa judía Hanna Arendt: «Los hombres, aunque han de morir, no han nacido para eso sino para comenzar».
Para terminar, antes de saludar a los trabajadores del Vaticano, el papa regaló a la Curia dos libros, uno de ellos sobre la vida del beato Charles De Foucauld, «un maestro de las crisis», dijo, que pasó del ejército a la mística búsqueda espiritual.
(EFE)
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